martes, 28 de agosto de 2012

MI PEQUEÑA VALENTINA


Valentina no duerme sola.
Descansa en compañía de sueños y esperanzas.
Siempre rodeada por una nube con aroma a canela y vainilla, dice que esos perfumes la ayudan a pensar.

Valentina no espera mucho, pero tampoco nada.
Ayuda a ayudar y solo necesita una sonrisa a cambio...
Y si no es mucho pedir también un abrazo.

Valentina sabe que el tiempo corre, pero eso no la apura.
Piensa que siempre hay un minuto para ese té rojo con peperina que tanto le gusta...
El resto de los minutos la sorprenderán.

Valentina es un poco mía y un poco tuya.

Mi sencilla, tierna y siempre pequeña Valentina. 

Flavia L.

domingo, 26 de agosto de 2012

YA NO ME ENOJO


Aprendí a disfrutar de las pequeñas cosas...
De las risas sin sentido.
De las miradas cómplices.
De los abrazos espontáneos.
De las lágrimas en los finales felices de las películas.

Aprendí a entender a la gente...
Cuando se angustian.
Cuando se frustran.
Cuando se decepcionan.
Cuando no quieren escuchar.

Aprendí...
Que la vida no tiene sentido sin afectos.
Que te sentís vacío si no amas profundamente.
Que lo bueno y malo que ocurre en la vida te ayudan a crecer como persona.
Que puedo equivocarme y pedir perdón.
Que puedo perdonar.

Aprendí a vivir cada segundo, por eso... Ya no me enojo.

Flavia L.

viernes, 24 de agosto de 2012

LO LAMENTO

No suelo lamentarme.
Y si me he lamentado, tengo esos lamentos contados.
Lamenté no haber disfrutado ese tiempo que quedaba por preocuparme si en algún momento terminaba.
Lamenté ser a veces muy complaciente… Con el tiempo me di cuenta que el "NO quiero esto" era lo que se necesitaba.
Lamenté haberme convencido en algún momento de mi vida que esas cosas que me fascinan en realidad no me gustaban.
Lamenté que no alcanzara.
Y hoy lamento una sola cosa...
No puedo ayudarte… Lo lamento.

Flavia L.

jueves, 23 de agosto de 2012

MI MUSICA INTERNA

Caminaba sin rumbo por la ciudad cuando la escuche por primera vez.

Fue ese impulso que me llevo a la calle esperando que alguien pueda responder lo que yo no me atrevía a preguntar. Ilusa yo, pensando que algún vidente pueda ver en mi interior las cosas que ni yo sabia que existían.

En mi caminata veía personas felices, otras tristes. Gente apurada a llegar a algún lugar y solitarios sentados esperando la nada misma en un bar. También estaban esas personas desorientadas y perdidas que, como yo, se miraban entre si esperando que sea el otro quien tenga esa respuesta.

Me senté desanimada en el umbral de una casa vieja en una esquina, junto a un charquito de agua sucia con pequeñas olas que reflejaban la vibración de la caótica ciudad.

Caminando venia un príncipe de algún cuento de hadas que nunca leí, distraido, mirando unas hojas con notas musicales de mil colores. Con un tropiezo dejo caer todas sus partituras en esa laguna diminuta. Sin importarle su trabajo perdido, me miró.

Estas rara – Me dijo sonriente, sentándose ágilmente al lado mío.

¿Rara o triste? – Le pregunte mientras contemplaba como se desvancia la tinta de las negras y corcheas que dieron vida a esas melodias

Frustrada – Afirmó. ¿Escuchas esa música? – Me preguntó intrigado, esperando que yo escuche más allá del ruido de los caños de escape de los colectivos.

Mire el cielo, como si el sonido tuviera que venir de alguna iluminación divina.

Cerrá los ojos y escucha bien – Me dijo, tapando suavemente con sus manos mi mirada desconsolada.

Empezaron a sonar notas de un cello viejo. Al comienzo melancólico, pero después continuaba con una alegre sonata que daban ganas de danzar. Sentía que la historia de mi vida se narraba en esa dulce melodía, con todos sus altibajos, que al fin y al cabo me llenaban de felicidad.

Esa es tu música interna. Yo la voy a transcribir para que nunca la olvides – Me dijo mientras secaba una lagrima de alegría que recorría mi mejilla.

Alegría de haber encontrado mis respuestas. Alegría de haber descubierto mi música.

Flavia L.

NOS VOLVEREMOS A VER

"Se fue", me dijo.
Y yo quede ahí, casi petrificada.
Solo mis párpados se movían, pero hasta la mirada estaba fija en un punto... Creo que era el infinito.
¿No lo voy a ver mas? Me pregunté... Y en el pecho volvió esa presión que alguna vez sentí, años atrás. Dicen que es el dolor en el alma.
Su imagen se volvió difusa, se perdía y ahogaba en mis lágrimas. Esas que no tienen consuelo.
Del cansancio me dormí y soñé con su sonrisa. 
Estaba ahí, sentado detrás de una mesa con paño verde, fichas de mil colores, un cigarrillo y su mejor vino. Disfrutando ese partido de poker que algun dia jugaremos todos juntos...."Si aprendo", le digo... Hace esa sonrisa otra vez.
¿Nos volveremos a ver?
SIEMPRE


A mi primo. 

Flavia L.