![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjeTe6awbp9McR97PFXlIMmHpavfmzRjskSv3bMZop93qjosvc7j5wQyM31sznm_0U2YG6Qs2mAzZrLe1HsuQugpnH9QntSI3jm6pSfsmpIPLgk2Nj6-iMalamR4uDL6qCRM8J2y8KmISB3/s320/HOMBRE%2520CAYENDO.jpg)
Yo solo miraba con preocupación ese eterno precipicio.
Desde un piso doce la gente se ve diminuta. Y ahí es donde
te planteás qué tan grandes son los seres humanos en realidad. Tal vez son así
de pequeños, pero al idealizarlos u
odiarlos, se convierten en gigantes inalcanzables.
Pero ese es tema de otro cuento.
Ese audaz arquero seguía abajo a los alaridos tratando de
convencerme que me tire al vacío con el viejo pretexto de “confía en mí”.
Pero, ¿Por qué
confiar? Ya me habían mentido, manipulado, traicionado y decepcionado en otras ocasiones.
Pero, ¿Por qué no confiar? Si también me habían abrazado,
protegido, comprendido y amado tanto, que hicieron que mis días sean
extremadamente felices.
Y como en mi vida siempre pesan más los pros que los
contras… Me tiré.
La presión de la gravedad contra el pecho fue tan fuerte y parecía tan real que
logró despertarme exaltada.
Era solo un sueño, donde mi inconsciente me demostraba una
vez más lo que era capaz de hacer sin medir consecuencias.
Me senté en la punta de la cama…
¿Saltar al vacío? Por las dudas me pongo paracaídas. Después de todo, por lo menos lo intento – Pensé.
Flavia L.
Flavia L.