-¡¡¡Y no me busques nunca más!!! – Le gritó Malena, mientras
se acercaba a la puerta y lo que iban a ser sus últimas palabras culminaban con
un portazo.
Lucas quedo sentado en el sillón, con la típica postura de
no entender cómo iban a seguir las cosas. La postura de incertidumbre, torso
inclinado hacia adelante, codos en las
rodillas y manos tapando la boca, impidiendo que todo lo que se esté pensando
salga a la luz, por miedo o por comodidad.
Ellos habían aceptado de palabra un contrato que al fin y al
cabo no tenía ninguna validez. Tal vez él lo sabía… Tal vez ella también.
Hay momentos y situaciones en la vida donde no pueden
estipularse pautas, códigos e incisos. Hay otros que si los tienen y se rompen,
éste no iba a ser la excepción. Tal vez él lo sabía… Tal vez ella también.
Promesas de amor eterno, respeto, sinceridad, cuidado… Todo
puede pasar, pero nunca pactar. La vida da muchas vueltas, nada está
garantizado. Y él lo sabía… Y ella también.
Un año más tarde Malena y Lucas se encontraron de casualidad
en un bar. Sin decir nada anularon ese contrato que los había separado con un estrechón
de manos, para volver a empezar sin sentir la presión de cometer algún error e
infringir alguna ley divina.
Él quería volver a intentarlo… Y ella también. Si hay amor, no se necesitan pactos.